Visa cancelada y una reputación en llamas

En política, la percepción lo es todo. Y en Baja California, la imagen de su clase gobernante acaba de incendiarse en tiempo real.

Por: Alonso Valenzuela

En política, la percepción lo es todo. Y en Baja California, la imagen de su clase gobernante acaba de incendiarse en tiempo real.

La revocación de visas a la gobernadora Marina del Pilar Avila Olmeda y a su esposo -eterno suspirante a la alcaldía de Tijuana- el novel morenista Carlos Torres Torres, no es un trámite menor ni un malentendido burocrático. Es una señal dura, seca y deliberada por parte del gobierno de Donald Trump.

Y más aún cuando ocurre en un Estado que se vende como modelo de colaboración binacional, imán de inversiones y frontera ejemplar con California.

Apenas el pasado 8 de mayo, la mandataria subía a sus redes una foto sonriente al lado del cónsul general de Estados Unidos en Tijuana, Christopher Teal, acompañada del mensaje: “Reafirmamos nuestro compromiso de fortalecer la cooperación en temas clave como seguridad, desarrollo económico y derechos humanos, siempre en beneficio de ambas naciones”.

Posiblemente fue ahí cuando le informaron. O tal vez unas horas después. Eso no lo sabemos. Lo que queda son suposiciones, ante la opacidad con la que ambos, gobernadora y esposo, han manejado el tema.

Pero lo cierto es que Estados Unidos no cancela visas a funcionarios en activo por antojo. Y cuando lo hace, no tiembla.

Las razones, hasta ahora, las conocen sólo ellos. Si hay acusaciones, las sabremos. Y si no, el daño ya está hecho: el “quemón” es internacional. Luego quizá venga el regreso del documento y, con suerte, un “usted disculpe”.

Las redes, territorio en el que a Marina sus asesores le han hecho creer que ha dominado con destreza digital, ahora le pasaron factura, porque el matrimonio Torres-Avila no sólo enfrenta una crisis institucional, sino una condena popular que ha dejado como resultado decenas de memes hilarantes, y que reflejan el poco, o nulo respeto de parte de la ciudadanía.

Eso ha desembocado en que, a menos de 24 horas de haber dado a conocer la situación, el juicio social luce implacable y, hasta hoy, irreversible.

Pero vayamos al punto medular de todo esto, y que es el de su gestión como mandataria.

Mientras Baja California se asfixia entre la violencia, la extorsión, el narco y el crimen organizado, Marina del Pilar luce cada vez más lejana del terreno, y por momentos luce disociada de las problemáticas que nos aquejan.

Su desconexión es palpable, y los cerca de siete mil asesinatos en lo que va de su sexenio, pagos rezagados a maestros y la escasez de insumos en clínicas del sector salud, dan fe de ello,

Entonces, es que surgen irremediablemente una serie de cuestionamientos muy válidos ¿Qué piensa hoy un empresario que ayer aplaudía a la gobernadora en el Tianguis Turístico y hoy la ve envuelta en sospechas? ¿Qué certeza puede haber para invertir cuando el propio liderazgo del Estado no puede entrar al país del cual depende su desarrollo?

Tras ese aciago panorama, más de uno de los presidentes de organismos empresariales del Estado, que hasta hace días le pedían a la mandataria que recapacitara por el retiro del FIDEM, y hoy guardan silencio por prudencia, deben de estar con la sonrisa contenida. Y Montserrat Caballero, exalcaldesa de Tijuana y crítica permanente de Carlos Torres, probablemente esté puliendo su mejor “se los dije”.

Porque esto no va sólo de visas. Va de credibilidad, de reputación y de futuro.

Estados Unidos, por cierto, fue generoso. Le permitió a la gobernadora montar el Tianguis Turístico, previamente asistir a San Diego a encabezar un evento relacionado, posar con un Récord Guinness, sonreír para las cámaras y cerrar con broche de oro la festividad. Pero apenas bajó el telón, le apagaron la luz.

Ortega y Gasset, palabras más, palabras menos, nos llegó a plantar la idea en algunas de sus obras, que la política es una actividad que exige confianza pública. Y sin ella, no hay autoridad, sólo poder vaciado de legitimidad.

Esto apenas comienza. Y no, no es una anécdota menor, ni una simple situación donde la gobernadora pausará sus idas a San Diego para comprar algunas de sus marcas favoritas, como los abrigos de Veronica Beard o los vestidos de Alice & Olivia.

Es, en el fondo, un golpe directo a su imagen. Porque, como lo advertía Maquiavelo: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

Y lo que se ha proyectado por medio de la apariencia de esta administración, es el sentimiento de desconfianza que impera en los bajacalifornianos ante sus gobernantes.

En política, la percepción lo es todo.

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