El presidente de Brasil concedió su primera entrevista a The New York Times en 13 años, en parte porque quería hablar con el pueblo estadounidense sobre su frustración con el mandatario estadounidense.
Por: Jack Nicas / Fotografías por Victor Moriyama For The New York Times
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está indignado.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está intentando controlar a su nación de 200 millones de habitantes, dijo en una entrevista, mientras utiliza como amenaza la imposición de aranceles del 50 por ciento. Y, sin embargo, dijo Lula, Trump hace caso omiso de las gestiones de su gobierno para dialogar.
“Tengan la seguridad de que estamos tratando esto con la mayor seriedad. Pero la seriedad no exige sumisión”, dijo el presidente brasileño. “Trato a todo el mundo con gran respeto. Pero quiero que se me trate con respeto”.
Lula concedió el martes su primera entrevista a The New York Times en 13 años, en parte porque quería hablar con el pueblo estadounidense sobre su frustración con Trump.
Trump ha dicho que, a partir del viernes, planea imponer aranceles del 50 por ciento a los productos brasileños, en gran parte porque las autoridades brasileñas han acusado al expresidente Jair Bolsonaro de intentar aferrarse al poder tras perder las elecciones de 2022.
Trump ha calificado el caso de “cacería de brujas” y quiere que se descarte. Lula dijo que eso no era negociable. “Tal vez no sepa que aquí, en Brasil, el poder judicial es independiente”, dijo.
En la entrevista, Lula dijo que el presidente estadounidense está violando la soberanía de Brasil.
“En ningún momento Brasil negociará como si fuera un país pequeño frente a un país grande”, dijo. “Conocemos el poder económico de Estados Unidos, reconocemos el poder militar de Estados Unidos, reconocemos el tamaño tecnológico de Estados Unidos”.

“Pero eso no nos hace tener miedo”, añadió. “Nos hace estar preocupados”.
Quizá no haya ningún líder en el mundo que desafíe al presidente Trump con tanta firmeza como Lula.
El presidente de Brasil —un político de izquierda en su tercer mandato, quien posiblemente sea el estadista latinoamericano más importante de este siglo— ha contraatacado a Trump en discursos por todo Brasil. Sus páginas en las redes sociales se han llenado de manera repentina de referencias a la soberanía de Brasil. Y ha empezado a llevar una gorra que dice “Brasil pertenece a los brasileños”.
El martes dijo que estaba estudiando la posibilidad de implementar aranceles de represalia contra las exportaciones estadounidenses si Trump cumplía sus amenazas. Además, dijo que si los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos hubieran ocurrido en Brasil, Trump estaría siendo procesado penalmente al igual que Bolsonaro.
“Para nosotros, el Estado de derecho democrático es algo sagrado”, dijo en una sala elevada envuelta con un tapiz colorido en el palacio presidencial modernista, donde los emús deambulan por el césped. “Porque ya hemos vivido dictaduras, y no queremos más”.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios.
Trump tiene a Brasil en su mira para ayudar a su aliado Bolsonaro. Sus aranceles propuestos del 50 por ciento serían de los gravámenes más elevados que ha impuesto a algún país, y parecen ser los únicos impulsados por razones abiertamente políticas y no económicas.
Trump ha dicho que ve su propia batalla legal en el proceso penal de Bolsonaro.
Trump y Bolsonaro —dos políticos con estilos políticos muy similares— perdieron ambos la reelección y después ambos negaron haber perdido. Sus esfuerzos posteriores por socavar la votación culminaron con turbas de sus partidarios asaltando los edificios de las capitales de sus países, en intentos fallidos de impedir que los ganadores de los comicios asumieran la presidencia.

La gran diferencia es que, cuatro años después, Trump volvió al poder, mientras que Bolsonaro se enfrenta ahora a la cárcel.
Este mes, Alexandre de Moraes, el juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil que supervisa la causa penal de Bolsonaro, ordenó al expresidente brasileño que llevara un monitor en el tobillo antes de su próximo juicio por cargos penales. De Moraes dijo que los esfuerzos de Bolsonaro por presionar a Trump sugerían que podría intentar huir del país. Bolsonaro podría enfrentarse a décadas de prisión si es declarado culpable.
En una entrevista concedida a The New York Times en enero, Bolsonaro dijo que, para evitar ser procesado en Brasil, tenía puestas sus esperanzas en la intervención de Trump. En ese momento, el deseo parecía poco realista. Entonces, este mes, Trump intervino.
En una carta dirigida a Lula el 9 de julio, Trump calificó la causa penal contra Bolsonaro de “vergüenza internacional” y la comparó con los cargos que pesaban en su contra. “Me pasó a mí, multiplicado por 10”, dijo.
También criticó a De Moraes por sus sentencias sobre el contenido en las redes sociales y dijo que Brasil era un socio comercial desleal, afirmando incorrectamente que Estados Unidos te
nía un déficit comercial con Brasil. Estados Unidos tuvo un superávit comercial de 7400 millones de dólares con Brasil el año pasado, sobre unos 92.000 millones de dólares de comercio.
Lula, de 79 años, dijo que era “vergonzoso” que Trump lanzara sus amenazas en su sitio de redes sociales, Truth Social. “El comportamiento del presidente Trump se apartó de todas las normas de negociación y diplomacia”, dijo. “Cuando tienes un desacuerdo comercial, un desacuerdo político, levantas el teléfono, organizas una reunión, hablas e intentas resolver el problema. Lo que no haces es imponer y dar un ultimátum”.

Lula afirmó que los esfuerzos de Trump por ayudar a Bolsonaro van a ser pagados por los estadounidenses, que se enfrentarán a precios más altos del café, la carne de res, el jugo de naranja y otros productos que proceden en gran medida de Brasil. “Ni el pueblo estadounidense ni el brasileño se merecen esto”, dijo. “Porque vamos a pasar de una relación diplomática de 201 años de ganar-ganar, a una relación política de perder-perder”.
El martes, el secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, dijo que las importaciones de algunos productos que no abundan en Estados Unidos podrían quedar exentas de aranceles, y citó como ejemplo el café. El 30 por ciento de las importaciones estadounidenses de café proceden de Brasil, según datos comerciales estadounidenses. Lutnick habló recientemente con el vicepresidente de Brasil, Geraldo Alckmin, a quien Lula ha designado como principal negociador de Brasil en el conflicto comercial, según dijeron funcionarios brasileños.
Lula apoyó abiertamente a la ex vicepresidenta Kamala Harris, contrincante de Trump en las elecciones de 2024. Dijo que envió una carta a Trump antes de su toma de posesión en enero, pero que los dos no han hablado. Lula dijo que Trump es el único presidente estadounidense desde Bill Clinton con el que no ha tenido una buena relación y que estaba dispuesto a entablar un diálogo. Pero dijo tener la impresión de que Trump no tenía esa disposición.
“Lo que lo impide es que nadie quiera hablar”, dijo. “Todo el mundo sabe que he pedido establecer contacto”.
El 11 de julio, Trump dijo a los periodistas, refiriéndose a Lula: “Quizá en algún momento hable con él. Ahora mismo no”.
Una semana después, Trump publicó una carta que escribió a Bolsonaro, diciendo que su juicio “¡debe terminar inmediatamente!”.

Trump dijo que los aranceles también tienen como objetivo el Supremo Tribunal Federal de Brasil por lo que, según él, son “órdenes de censura” contra empresas tecnológicas estadounidenses.
De Moraes, quien también supervisa las investigaciones sobre Bolsonaro, ha ordenado a las empresas tecnológicas que retiren miles de cuentas y publicaciones que, afirma, amenazan la democracia. Sin embargo, ha mantenido en gran medida sus órdenes bajo secreto y se ha negado a explicar por qué determinadas cuentas son peligrosas. También ha encarcelado a varias personas por publicar en internet amenazas contra las instituciones brasileñas.
Muchos en la izquierda lo han presentado como el custodio de la democracia en Brasil, pero su poder en aumento también ha suscitado preocupación sobre si representa una amenaza para la democracia brasileña.
Ahora se ha convertido en objetivo de la Casa Blanca.
El Departamento de Estado estadounidense anunció el 18 de julio que había revocado los visados de De Moraes, de otros jueces del más alto tribunal de Brasil y de sus familias por “censura” y “cacería de brujas política contra Jair Bolsonaro”.
Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente, ha estado en Washington presionando para que se le apliquen al juez De Moraes las sanciones de la denominada Ley Magnitsky, lo que supondría una importante escalada en esa confrontación. La Ley Magnitsky está concebida para castigar a extranjeros acusados de graves violaciones de derechos humanos o de corrupción. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha dicho al Congreso que “hay grandes posibilidades de que eso ocurra”.
Cuando se le preguntó por las posibles sanciones, Lula dijo: “Si lo que me dices es cierto, es más grave de lo que imaginaba. La Corte Suprema de un país tiene que ser respetada no solo por su propio país, sino también por el mundo”.
