Tia Billinger ofrece sexo gratis a los que se dejen filmar. Su contenido ha provocado un agrio debate social en el Reino Unido.
Bonnie Blue se tumba desnuda en el suelo de una habitación y comienza a mover en aspa sus brazos y sus piernas, como esos niños que en las películas dibujan en la nieve la silueta de un ángel. En su caso, lo que la rodea son cientos de condones y sus envoltorios esparcidos por toda la sala. La estrella internacional del porno online, con cerca de un millón de suscriptores en la plataforma OnlyFans, acaba de culminar con éxito su último desafío. Ha sido penetrada, azotada y manoseada, pero también acariciada y deseada durante 12 horas seguidas por más de mil hombres (1.057, para ser exactos) que han acudido a su llamada a través de las redes sociales.
A diferencia de otras propuestas pornográficas, en las que actores profesionales ponen en escena, con un guion básico, las fantasías sexuales de los espectadores, ella ha optado por una fórmula más atractiva para muchos consumidores de este material: convoca a hombres —preferiblemente con 18 años recién cumplidos o casados— para que tengan sexo gratis con ella. A cambio, deben dar su consentimiento para ser grabados. Será ese contenido el que se venderá en redes. Se les ofrece la opción de tapar su rostro con una capucha.Más información
Bonnie Blue, la estrella del porno, o Tia Billinger (su verdadero nombre), la chica de 25 años de Derby que abandonó su trabajo en el departamento financiero de la sanidad pública británica para comenzar a producir contenido pornográfico y llegar a ganar más de dos millones de euros mensuales, pero que pasa sus horas libres encerrada en una habitación con su equipo de asistentes y se entretiene haciendo puzles. ¿Quién es el personaje que ha revolucionado el mundo de la pornografía y tiene legiones de fans, pero también de haters que le envían centenares de insultos y hasta amenazas de muerte? ¿Es una mujer empoderada que ha tomado las riendas de una industria misógina y cerrada? ¿Un genio del marketing? ¿O alguien que con su negocio ha provocado un retroceso de décadas en la lucha del feminismo?
Todas esas preguntas intenta formularlas la directora y presentadora Victoria Silver en el documental 1.000 Men And Me: The Bonnie Blue Story (Mil hombres y yo: La historia de Bonnie Blue), que emite desde esta semana el canal británico Channel 4. No sería justo decir que consigue encontrar las respuestas. Pero ofrece una descripción realista, sórdida y sin esconder detalle alguno de un mundo que está a la vuelta de la esquina, y que magnifica, gracias a las redes sociales, una pulsión tan vieja como la vida misma, y posiblemente tan engañosa: la de una mujer independiente que decide explotar su sexualidad para enriquecerse, en lugar de pasar ocho horas al día trabajando en una oficina (las palabras exactas de una de las chicas, de 21 años, que acude a uno de los eventos organizados por Bonnie Blue para trabajar gratis “y aprender la estrategia” de su mentora).
“Está glorificando la violación y el abuso. Ha hecho retroceder años y años la lucha de las mujeres. Nadie quiere ver esa mierda”, dice en su cuenta de TikTok una de las muchas personas que considera un ultraje intolerable el producto que ofrece la estrella porno.
Ella responde con frialdad empresarial, sin mostrar un atisbo de duda: “Mirad, mujeres, lleváis años luchando por nuestros derechos, por que tuviéramos el control de nuestros cuerpos y estar empoderadas. Yo estoy viviendo todo eso, y ahora me exigís que me calle, tenga un par de hijos, me case y esté calladita. No quiero eso en absoluto”, explica a la presentadora, cuya imagen nunca aparecerá en pantalla.
Su director creativo, su publicista, su productor… todos hablan maravillas de una mujer que, por las cifras, les ha permitido obtener unos ingresos impensables en cualquier otro trabajo. Su marido, Ollie, o su madre, aparecen también en el documental para elogiar el espíritu libre de Bonnie Blue. La narradora, y la propia estrella, se encargan de recordar al espectador que todos estos personajes están en nómina. Tienen motivos de sobra para jalear su empeño y apoyar que siga adelante.
Porque el escándalo provocado por sus propuestas sexuales, cada vez más arriesgadas, llegó a provocar que la plataforma OnlyFans, en un evidente acto de hipocresía, decidiera finalmente vetar el contenido de Bonnie Blue, a pesar de los enormes beneficios que obtiene con ella. La plataforma cobra un 20% de los ingresos de cada uno de sus creadores de contenido. En este caso, los dueños prefirieron evitarse los problemas generados por un escándalo extendido por los medios y las redes sociales. La actriz se enfrenta en el documental al problema de tener horas de grabación que no puede mostrar a sus seguidores.
“Todo lo que quieres es que tus hijos sean felices. Y ella lo es. No arrastra ningún daddy issue [problemas con el padre], nadie ha abusado de ella, como mucha gente insiste en afirmar para explicar lo que hace. Tiene 25 años y es ella la que elige lo que quiere hacer. Siempre estaré orgullosa de ella”, afirma la madre de Bonnie Blue.
El documental no esconde ninguno de los actos sexuales, el dolor en las piernas y en el interior de la actriz después de cada nuevo exceso, que ella misma explica, o la miserable semana con gripe y convaleciente después de haber compartido placeres con más de mil hombres en 12 horas.
Pero apenas logra mostrar las implicaciones o las consecuencias de una oferta pornográfica llevada al exceso. Todo se reduce al inocente relato de una mujer que disfruta, aparentemente, con lo que hace, y gana dinero con ello. “Muchos me han dicho que debería limitarme a hacer pornografía normal. Pero mis seguidores están en su casa masturbándose e imaginando cómo sería follarme. Por eso les ofrezco que vengan y me follen. O hacerles una mamada. Darles lo que quieren, porque eso es lo que quiero yo también. Lo disfruto. Disfruto entregándoles mi cuerpo, y no creo que eso sea malo”, se defiende Bonnie Blue ante la cámara.
Quizá es absurdo intentar exigir a un documental que ha acabado más centrado en el contenido mismo de lo que expone que en intentar explicarlo cualquier conclusión ética o moral. Pero lo que resulta evidente es que Bonnie Blue, muy consciente de su constante necesidad de publicidad para que la rueda gire, ha logrado la plataforma perfecta para exponer su producto y las razones —sus razones— por las que se siente absolutamente cómoda con su trabajo.