En “El dolor de estar vivo”, Adriana Lerman cuenta la historia de su abuelo, un judío asquenazí que tuvo que huir de su Polonia natal y embarcarse hacia un “futuro incierto”, en un conmovedor libro que requirió una investigación de varios años por parte de la autora, que nunca había pensado en ser escritora.
Shlomo Lerman nunca le reveló a su familia las circunstancias que lo hicieron escapar, durante la Segunda Guerra Mundial, de su tierra natal, Polonia. Tampoco les contó que la tragedia del Holocausto lo había separado de aquellos a los que amaba. Y es que, a veces, El dolor de estar vivo es tan grande que no permite hablar.
Ese es el título que su nieta, Adriana Lerman, eligió para el libro en el que emprende un viaje al pasado y reconstruye el camino hacia sus raíces. Mediante cartas, fotografías, documentos y testimonios recupera la historia de juventud de su abuelo judío que, con coraje y convicción, se embarcó hacia un futuro incierto e inició una nueva vida tras huir de la violencia en tiempos del nazismo.
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“Hace más de dos años comencé a indagar sobre tu vida, y siento que durante todo este proceso estuviste acompañándome, con una mirada cómplice y amiga. Tal es así que siento la necesidad de escribirte, poder charlar contigo un rato, contarte sobre mi vida y revivir juntos los momentos compartidos”, escribe la autora en una carta a su abuelo que abre la novela.
El dolor de estar vivo, editado por El Ateneo, es “una historia real de coraje en tiempos del nazismo” y una carta de amor de una nieta a su abuelo. La memoria, una vez más, es un rescate de un pasado injustamente arrebatado que, gracias a la literatura, toma fuerzas para brillar, hoy, una vez más.
Así empieza “El dolor de estar vivo”

Mi familia y mi pueblo: 4 de febrero de 1928
Szlama Lerman. Ese es mi nombre polaco, así figura en mi documento. Pero aquí en el shtetl, nuestro pequeño pueblo judío, todos me llaman por mi nombre en ídish, Shlomo, o simplemente Shloime, como suelen decirme cariñosamente en mi familia. Como es tradición entre los judíos askenazíes, recibí el nombre de mi difunto abuelo paterno.
Nací el 21 de enero de 1908 en esta pequeña ciudad llamada Ozarow, en Polonia, situada a orillas del afluente izquierdo del río Wisla, a 60 kilómetros al este de Kielce. Mi nacimiento fue registrado en la sinagoga del pueblo, como es costumbre en la comunidad.
Mi padre es Nusym Lerman, un hombre extraordinario, culto y atento. Se casó con mi madre, Malka Klajman, una mujer dulce y afectuosa, en el año 1894, en segundas nupcias, tras siete años de haber enviudado de su primera esposa, Chaja Chinda Klajman, hermana de mi madre, quien falleció de neumonía unos meses después del casamiento.
El matrimonio de mis padres se produjo siguiendo la tradición judía religiosa que indica la obligación por parte del viudo de asegurarle descendencia a la familia de la difunta.
Yo soy el menor de cinco hermanos. El mayor es Yekhiel Majer, le decimos simplemente Chil Majer; y mis tres hermanas son Chaja Rywka, Ajdla y Bajla Gitla. Nosotros las llamamos por sus nombres en ídish: Jaye Rywka, Aidel y Beile Guitl.
Somos una familia judía religiosa, como la gran mayoría en el pueblo, y cumplimos con los preceptos y las tradiciones judaicas con dedicación y entusiasmo. Solemos festejar con alegría las festividades cantando y rezando a viva voz.
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Además, como es habitual, todos los viernes al anochecer, cuando aparece en el cielo la primera estrella, celebramos el Shabat sentados alrededor de la gran mesa cargada de platos llenos de aroma y sabor. A mi padre le encanta ese día vestir una túnica festiva, un atuendo especial y distintivo que reserva para este sagrado día de reposo.
He tenido una infancia feliz en este pueblo, rodeado de mis queridos hermanos y de mis dedicados padres, jugando y correteando entre los bosques atravesados por algunos pantanos. Ahora, en mi adultez, estos me resultan bastante difíciles de transitar, en especial en los días de lluvia, cuando las ruedas de las carretas empiezan a hundirse y los caballos relinchan ante el peligro de caerse.
Respecto a mi educación, cuando era niño, no era obligatorio cursar la escuela pública, por eso no aprendí el idioma polaco en la educación formal. Yo estudiaba en un jeder, una pequeña habitación que constituía nuestra escuela elemental, donde un melamed (maestro) dictaba las clases a un grupo de alumnos.
En el pueblo tenemos una hermosa sinagoga, pero también hay varias casas de oración llamadas shtiblaj o shtibl. Nosotros solemos ir a la sinagoga para los servicios de las fiestas, donde esperamos con ansias el discurso talmúdico siempre profundo y desgarrador del Rebe, nuestro guía espiritual. Pero, para rezar las oraciones de los viernes y sábados, frecuentamos un shtibl, que es un lugar más pequeño y familiar liderado por un jasid, un maestro humilde y piadoso.
¿Quién es Adriana Lerman?
- Nació en Buenos Aires, Argentina en 1971.
- Se graduó como farmacéutica en la Universidad de Buenos Aires, donde ejerció como ayudante de cátedra.
- A la par estudió hebreo y se desempeñó como docente de dicho idioma.
- El dolor de estar vivo es su primer libro.